Con una voz poderosa, una actitud que rompe géneros y una pluma afilada que destila sentimientos potentes en elevados ganchos pop, LP (con pronombres “they / them” en inglés y “elle” en español) dio a conocer su nuevo single «Long Goodbye», una canción de ruptura apropiadamente épica para aquellos que no pueden ‘soltar’.
Sobre la canción, LP comentó: «Long Goodbye es una carta de amor a mis dos últimas relaciones largas en las que sentí que, en cierto modo, no queríamos pero teníamos que poner fin a las cosas por la salud y el bienestar a largo plazo de ambxs. Probablemente suene más noble de lo que realmente es. La situación merecía un momento épico y grandilocuente, y creo que lo logramos».
«Long Goodbye» es la cuarta canción extraída de Love Lines, el séptimo álbum de LP que saldrá a la venta el próximo 29 de septiembre a través de BMG.
La historia de LP (por Sam Wasson):
Hay una niña en una esquina, pequeña, muy pequeña, con aspecto de niño, que hierve de emoción, de rabia y de amor porque está sola, porque todos estamos solos, porque nuestros padres no lo entendieron. Ella lo descubrió más rápido.
“Soy como una maldita alma en pena que canta”, dice. “Mi música peca de histriónica, pero así es como me siento, ya sabes, intento dejarlo salir porque me duele si no lo hago. Me lo juego todo, creo que estoy poseídx por el espíritu de un jugador, la gran rueda. Lo he puesto todo en ‘colorado 27’”. Podría perderlo todo ahora mismo”.
Asi es LP.
Raíces italianas. De Nueva York. Hay que entender que por esta razón, su sangre es más caliente, criada en una de las ciudades más duras, aunque sea solo una niña pequeña.
Hoy mide 1,60 y pesa poco más de 45 kilos, pero con su música da luz a himnos apasionantes. No puedes creer lo que ves y oyes, brotando del cuerpo de alguien en protesta por tanto, tanto que le hace falta. Es la música de la emergencia emocional, una plegaria cantada en voz alta en una botella y lanzada al mar.
«Cuando ven a alguien como yo», dice, «pueden pensar, oh sh*t, yo puedo ser así».
Pienso en Judy Garland, en Björk, en Freddie Mercury…. Si tuviera que lidiar con ser una f*cking girl. De una pequeña cerilla, una conflagración.
«Soy muy emocional, un “sensible motherf*cker”. Estoy constantemente preocupadx por todo. Pero estoy tratando de enviar un mensaje a la gente que va a estar todo bien. Ven a la persona que hace la música y quiero que sepan que estoy bien. ¿Saben? Sigo triste, sigo enfadada, pero estoy bien. Quiero que lo sepan».
LP es la medicina. Es bueno para el desamor que ella conoce y, en cierto modo, vive. «Siempre me asusta perder a alguien. Soy muy consciente de que todo puede desaparecer en un segundo».
Escribe desde ahí, canta desde ahí. Es la pérdida. Siempre está ahí.
Su madre murió cuando era adolescente. Ella también cantaba. Una voz, recuerda LP, que «era muy operística, algo así como María Callas con un tono limpio a lo Julie Andrews».
Pérdida, pérdida. Yo también he perdido.
Nunca se recuperará, pero existe la esperanza creciente, el conocimiento cierto, duramente ganado, de que «se puede esgrimir el sufrimiento, que es fuerza y poder».
Funciona así: pérdida, pérdida, perla.
LP es el poder arrastrándose de las cenizas. Te preocupa a veces, no parece que lo vaya a conseguir… Entonces escuchas y de repente lo sabes. «Siento que quiero literalmente mirar al público a los ojos todo el tiempo».
Cuanto más pierde, más ganamos. Cuanto más ganamos, menos pierde ella. «Quiero que todos sepan que pueden sentirse seguros», comenta.
Religiosos o no tan religiosos. Gay, o no gay. La sangre es la misma.
Las perlas de sangre de una poeta que tiene canciones de éxito, contratos discográficos y actúa con entradas agotadas en todo el mundo y se va a la cama diciéndole a sí misma: «Yo amo, yo amo, yo amo, yo amo…».