A 80 kilómetros de la ciudad de Belice, diversos buceadores y exploradores llegan ansiando adentrarse en un gran agujero azul dibujado en el mar, de unos 300 metros de diámetro aproximadamente, más de 145 de profundidad y una temperatura media que apenas supera los 24ºC. 
 
 
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A medida que nos adentramos en el agujero, descubrimos numerosas formaciones de caliza, estalactitas y otras cuevas que se extienden en las profundidades del mar. También, un templo subacuático más conocido por el ecosistema de corales y peces tropicales que alberga en su interior. Al descender encontramos desde diversas especies de tiburones como el caribeño, el nodriza o el de puntas negras, hasta pequeños meros, peces ángel o camarones. Estos realizan «tareas de limpieza» en el interior de un agujero en el que el paso del agua se advierte más denso y el oxígeno escaso, motivo por el que pequeños pececillos ayudan a limpiar y desenredar a los corales confundidos.
 
 
A diferencia de los corales y atolones del Pacífico, que fueron aglutinándose sobre tierras volcánicas, los pertenecientes al Caribe lo hicieron hace más de 70 millones de años sobre plataformas de piedra caliza mucho más altas y cuya cima no alcanzaba el aumento de un nivel del mar más lento a causa de la glaciación. Tras la formación del sistema de cuevas, el mar aumentó cada vez más hasta cubrirlas, dando forma a estos particulares sumideros en cuyo interior se han encontrado más de una pista acerca del entorno natural de los atolones de Belice e, incluso, hasta de civilizaciones como la maya.
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A este último respecto, tras un estudio realizado por la Universidad de Louisiana se encontraron sedimentos procedentes de la ciudad de Tikal, en Guatemala, antigua capital maya perfectamente alineada con el agujero. Estos restos de roca mostraban bajos índices de titanio, lo cual hizo presagiar a los expertos que este fenómeno se debía al aumento de lluvia tropicales y, por ende, a una sequía que podría haber destruido por completo aquella civilización.
 
 
Durante siglos el agujero no fue apenas documentado hasta que Jacques Cousteau desembarcó de su Calypso, en las aguas azules de un agujero al que incluyó en su lista personal de mejores lugares del mundo. Años después, el turismo se ha visto atraído por este fenómeno convertido en highlight de cualquier excursión diaria para amantes del snorkel y el buceo, aventureros que no dudan en sumergirse en este sumidero por el que se colaron los peces más extraños del Atlántico y algunos secretos de Centroamérica.
 
El Agujero Azul de Belice es uno de esos lugares que debes bucear alguna vez en la vida, envuelto entre corales oscuros y tiburones toro de aparente docilidad. Un agujero que, al mismo tiempo, se convierte en una extensión de esta zona del Caribe cuya formación se diferencia a la de cualquier otra del mundo.
 
 
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Fuente: Alberto Piernas / IMujer

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