En el siempre dinámico campo de la medicina moderna, la atención hacia la cicatrización ha sido un tema de continua investigación y estudio. El proceso de curación de heridas es una maravilla biológica que desempeña un papel crucial en la recuperación del cuerpo humano. Desde el freno del sangrado inicial hasta la fase de maduración, cada etapa requiere atención específica para evitar complicaciones y maximizar los resultados.
La doctora Luz Herrera, una destacada dermatóloga adscrita a Colsanitas, destaca la diversidad de heridas que pueden enfrentar los pacientes, desde aquellas agudas y limpias hasta las crónicas, cada una con sus propios desafíos y características distintivas. Cuando se produce una herida, el cuerpo inicia un proceso intrincado de curación que involucra la detención del sangrado, seguido de inflamación y proliferación celular, culminando en la formación de una costra protectora. Sin embargo, las cicatrices resultantes pueden variar en apariencia, desde las atróficas que presentan hundimiento hasta las queloides que se caracterizan por ser gruesas y sin elasticidad.