Procrastinación es una palabra que en pocos años ha pasado de ser usada por especialistas a ser un fenómeno ampliamente comentado por cientos de miles de personas. Esto no es de extrañar. Después de todo, con la cantidad de estímulos que existen en el mundo contemporáneo, es usual que las personas opten por dejar de lado una responsabilidad importante y decidan dedicar su tiempo y esfuerzo a tareas menos urgentes.
El término tiene sus orígenes en la palabra latina procrastinare y, usualmente, implica que una persona posponga una responsabilidad hasta pocas horas o días antes a la fecha límite de entrega. Para entonces, deberá trabajar con altas dosis de estrés si quiere cumplir con su compromiso.
Cabe mencionar que la procrastinación no solo ocurre cuando una persona opta por dedicar su tiempo al ocio, sino también cuando decide realizar tareas que, aunque sean productivas (como organizar archivos viejos o limpiar su hogar), no son las más urgentes.
Lo que se debe entender es que esta conducta no es, sencillamente, la incapacidad de gestionar bien el uso del tiempo. A ojos de expertos de la salud mental, parece una conducta irracional, puesto que una persona que procrastina sabe que al evadir sus responsabilidades más inmediatas puede tener problemas a futuro y, sin embargo, decide hacerlo.
Según la psicóloga clínica y docente del programa de Psicología de Areandina, Giselle Olivella, la procrastinación se debe a una incapacidad individual de manejar estados de ánimo negativos en torno a una tarea. La naturaleza de la aversión dependerá de lo que se deba hacer. Por eso, sus causas pueden ser diversas como que la responsabilidad que se evita sea poco placentera o que haga sentir a la persona baja autoestima, ansiedad, aburrimiento, inseguridad, frustración, resentimiento o inseguridad.
Entonces, la solución a esta conducta no se limita a encontrar estrategias para gestionar el tiempo o utilizar aplicaciones. Lo que se debe hacer es aprender a manejar las emociones de una manera diferente. Esto solo se puede dar con el paso del tiempo y un trabajo consciente.
Según Olivella, la procrastinación tiene afectaciones medibles en la salud mental y física, manifestándose como estrés crónico, baja satisfacción, síntomas de depresión y ansiedad.
Para trabajar aquellas acciones que ayuden a no procrastinar, la experta comparte los siguientes consejos:
- Dividir los grandes objetivos en partes pequeñas y concentrarse en una de ellas a la vez.
- Fijarse plazos razonables.
- Elaborar un checklist con las tareas a realizar y sus tiempos de entrega.
- Tener todas las herramientas de trabajo al alcance. Esto ayudará a evitar distracciones y ahorrará tiempo.
- Es de suma importancia establecer rutinas para ejercer mayor control en lo que hay que hacer para poder crear hábitos productivos.
- Establecer una recompensa para cuando se termine la tarea a la que tanto se resiste.
Reconocer cuáles son las causas emocionales que están detrás de la procrastinación es fundamental para poder enfrentarla. De lo contrario, será muy difícil que las personas encuentren la disposición y motivación necesarias para afrontar sus compromisos y no aplazarlos hasta el último momento.